Lo importante es estar acompañado
Rafaela es una mujer de 70 años con cáncer y con una enfermad respiratoria que vive en Lloret de Mar (Barcelona). Desgraciadamente su hija que vive en Madrid tiene un cáncer terminal. Los médicos daban ya muy poco tiempo de vida a la hija y por eso el deseo de Rafaela era poderla acompañar en sus últimos días. Después de varias llamadas para cambiar los tratamientos oncológicos programados a Rafaela logramos acordar con los oncólogos una fecha para que pudiera viajar.
Salimos de Murcia ilusionados, emocionados…¡¡¡felices!!! Es una se sanción que no se puede describir con palabras. A la ida el tiempo no nos acompañó demasiado ya que nos llovió en un buen tramo. Solíamos recalcular la hora de llegada y así parecía que íbamos a llegar antes.
Me dio la sensación de pasar por casi unos 100 peajes, hablamos con Rafaela cuando pasamos Barcelona, ella ya lo tenía todo preparado y nos esperaba con ansia, al fin llegamos a su edificio, la ayudamos con sus pertenencias y esa peculiar botella de oxígeno que portaba. La acomodamos como ella nos pidió ya que la gran cantidad de corticoides que ha tomado a lo largo de su enfermedad le han provocado una deformidad en su espalda.
Ya todos listos emprendimos el camino de Lloret de Mar a Madrid, a mitad del camino hicimos una parada para coger fuerzas y aire fresco. Tardamos unas 8 horas hasta llegar a Madrid, en ese tiempo conocimos a Rafaela en todas sus caras, como madre, como paciente, como confidente, como persona…. en fin, en todas sus facetas. Nos dio tiempo a reír a llorar, me contó su historia y la de su hija, que nos habló tanto de ella y de sus historias de pequeña, de adolescente y de adulta, que sentimos que la conocíamos de toda la vida.
Llegamos a Madrid de noche, con destino a una residencia que transmitía tranquilad y paz y tranquilidad, bajamos a Rafaela de la ambulancia, llevaba entre las manos su oso Mario (el peluche de la Fundación), su deseó iba a ser cumplido, se le notaba nerviosa. Con ayuda del personal de la residencia entramos a la habitación donde estaba su hija, el momento fue mágico, madre e hija se fundieron en un abrazo eterno, las lágrimas rebosantes en las mejillas de ambas y unas sonrisas eternas. Dejamos las imágenes de ese momento tan íntimo para la familia. En ese momento se nos olvidó el cansancio, las 16 horas que llevamos de carretera y sobre nuestras caras se podía ver una sonrisa más grande que la que se pintan los payasos!!!!!!
El deseo estaba realizado, madre e hija estaban juntas, ya estaban preparadas para despedirse juntas. Además, amigos y familiares iban a estar con ella en esos últimos días. La vuelta fue dura por el cansancio, pero llegamos perfectos y aunque no fue a la hora prevista por problemas logísticos, seguíamos con nuestra sonrisa de payaso, habíamos grabado con nuestra retina ese maravilloso momento y eso nos hacía olvidar las 21 horas de trayecto en la ambulancia, creedme que mereció la pena. El abrazo de agradecimiento que nos dio Rafaela pagó todo lo que habíamos sufrido durante este largo viaje este equipo tan especial (Mercedes, Salva y Blas).
Fue una experiencia inolvidable. En ese momento te das cuenta que con muy poco que ayudes puedes hacer un mundo a una persona o familia. Que la felicidad debería estar al alcance de todos, y que con muy poquito y un poco de voluntad podríamos hacer del mundo un lugar mejor.
Escrito por Mercedes Cánovas