El deseo de Julio
Llegó el día en que el patronato de la Fundación se reunió para estudiar la solicitud de Montse. Su propuesta no era otra, sino, ayudar a su padre, Julio, a cumplir a cumplir un último deseo antes de que su enfermedad lo separara de este mundo.
Julio, un asturiano de 96 años que vivía en Oviedo en una residencia, deseaba volver a su pueblo, también en Asturias, y visitar el lugar donde vivió durante años; allí disfrutaría de sus hermanos, paisanos y demás familia a los que llevaba tanto tiempo sin poder visitar.
La Fundación contando con el apoyo imprescindible de TRANSINSA y la colaboración de la Fundación del Transporte Sanitario de Asturias se puso manos a la obra para hacer realidad el deseo de Julio.
El estado de Julio era delicado. Estaba encamado, llevaba meses sin apenas hablar y años sin ponerse en pie. Pero todos sus achaques no pudieron impedir que el pasado 15 de noviembre, pidiera y explicara a los miembros de la fundación la primera parada de la jornada que disfrutaría como hacía tiempo que no le ocurría. Quería visitar la Iglesia de Nuestra Señora de Remedios, sita en Caranda de Arriba, y alzó su apagada voz para narrar cómo había tallado personalmente las puertas de dicha parroquia. Este relato fue el comienzo del despertar paulatino de una memoria aletargada; poco a poco, nuestro protagonista fue recordando y nombrando cada uno de los picos de la cordillera que le rodeaba, las calles del pueblo que lo vio crecer y las caras de los vecinos que convivieron con él.
Ya avanzada la mañana, y acompañados de un cielo sorprendentemente azul para las fechas, se trasladó a Julio a su pueblo, Tene del Concejo de Quirós, donde fue recibido y saludado afectuosamente por sus hermanos y vecinos que tanto se alegraron de verlo de nuevo por aquellos lares. Posteriormente, pretendíamos subirlo a La Mortera, para lo que hubimos de cambiar nuestra ambulancia por una todoterreno que fuera capaz de trasladarnos durante cuatro kilómetros por una pista de montaña abrupta y de considerable inclinación. Al final del recorrido nos bloqueaba el camino un portillo de madera, por lo que el equipo de voluntarios cargamos a Julio con el cuidado y la maña que requería la situación, y acompañado de su familia, alcanzamos lo más alto de la montaña para poder disfrutar de las impresionantes vistas de las cumbres de más de dos mil metros que coronan el Parque Natural de Las Ubiñas- La Mesa, así como los profundos valles de Yermes y Tameza.
La claridad del día hizo posible vislumbrar y admirar cada uno de los rincones que el paisaje ofrecía. La cara de Julio reflejaba la paz y felicidad de quien ve sus deseos realizados. El estímulo fue tal, que incluso alcanzo a ponerse de pie tras muchos años de ni siquiera intentarlo. Fue emocionante verlo sonreír y recordar a medida que entraba en contacto con el lugar donde vivió los mejores momentos de su vida.
Entrados en la mitad del día, el deseo prosiguió sentando a Julio a la mesa con dos de sus hijas, yerno, y hermanos, donde gozamos de una agradable comida.
El día fue intenso y cargado de emociones, pero llegó el momento de regresar y nuestro asturiano deleito al equipo con unas palabras que reconfortan y llenan de sentido cada proceder de la fundación; Julio afirmó: “ha sido el mejor día de mi vida”.
Y así se hizo posible: aunamos esfuerzos, confluyeron ideas, sumamos ilusiones y compartimos un mismo fin… ¡¡¡hacer realidad los deseos!!!